Por Gonzalo Córdova
Los años noventas fueron muy interesantes por muchas cosas y una de ellas fue la de comenzar a tener interacción inmediata con gente de todo el mundo a través del chat de Yahoo, ICQ, y Messenger entre otros. Eran plataformas muy básicas en las que podíamos entrar de una sala a otra, con temas o preferencias de conversaciones y cada quien elegía su acceso. Digamos que ese fue el principio de las redes en las cuales iniciamos una socialización digital y tal parece que están de regreso, por cierto.
Recapacitando en este fenómeno recuerdo que lo verdaderamente intrigante e importante de estas plataformas era la inmediatez con la cual podíamos conversar con un amigo al otro lado del mundo y conectar sin necesidad de enviar una carta que tardaría varias semanas o incluso meses en algunos casos dependiendo de la distancia.
En todo caso, esa gran velocidad de los noventas hoy simplemente se ve lento comparado con las posibilidades que la tecnología de hoy ofrece. Por mencionar una de ellas hablaré de Zoom, una plataforma extremadamente rápida que por cierto nos permite transmitir este programa en vivo mientras yo me encuentro en San Francisco, California. Zoom ha logrado crear un espacio virtual donde podemos tener conversaciones productivas para transmitir este programa de radio y llegar a un auditorio.
Hoy contamos con cientos de aplicaciones y plataformas que ofrecen esta rapidez e inmediatez casi de manera gratuita. Antes de esto fue el teléfono, y antes el telégrafo, y el correo postal, y las palomas mensajeras y por supuesto las señales de humo. Una de las preguntas que me surgían al reflexionar en este tema es, ¿cuál es la red social más efectiva que hemos desarrollado hasta hoy?
He preguntado a gente que se encuentra justamente en el Silicon Valley desarrollando aplicaciones, Start-ups, en el mundo del IT, en grandes empresas de este tipo y las opiniones varían mucho dependiendo de sus deseos, necesidades, estatus social e incluso si están casados o solteros, con o sin hijos. Es un tema en el que quizá no vamos a poder llegar a un acuerdo pues se relaciona con aquello que todos intentamos satisfacer y que va a depender de nuestro momento de vida.
Después de entrevistar amigos y conocidos llegué a un punto donde al menos a mi me queda claro que la red social más importante la tenemos integrada de nacimiento y hemos, con las redes sociales digitales, empezado a quitarle el gran valor que tiene por ser tan obvia y tan gratuita: me refiero a la conversación frente a frente, esa forma de conectar con el otro que se está terminando y que implica ver a los ojos del otro y a una pantalla.
La impecabilidad, entendida como aquello que hacemos de la mejor forma, es muy importante en la comunicación, en la vida, en los negocios; es un elemento que nos permite mejores procesos y mayores alcances, sin embargo nada reemplaza a la conexión humana cuando se está en presencia del otro. Esto es un elemento básico y natural para crear y desarrollar relaciones con los demás. La conversación en persona por tanto es una red que trasciende lo digital y que con su potencia nos permite llegar al otro incluso cuando no estamos presentes físicamente.
Hemos escuchado por todos lados que los seres humanos somos seres sociales por excelencia, y esto es absolutamente cierto, nuestra tendencia a ser gregarios nos permite crear estas conexiones y desarrollar relaciones inimaginables. Es por esto que el centrarnos en las conversaciones en persona es un arte que parece que tiende a desaparecer. En los aeropuertos o en los restaurantes veo con frecuencia amigos o familias enteras con la mirada fija a sus teléfonos y con toda su atención a estos objetos, mientras el mundo gira y se pierden el uno del otro.
Entre tristeza y sorpresa veo que esto es más y más común en muchos lugares del mundo. No existe nada como el poder de la conversación pues conversar nos permite la compañía del otro, la mirada del otro, la palabra conversación viene del latín conversatio, la cual implica “interacción y pasar el tiempo con”. ¿A qué hemos reducido nuestras conversaciones? ¿Cómo es que el lenguaje mismo se va diluyendo hasta llegar a un intercambio de palabras que realmente no tienen mucho sentido? ¿Cuál es el costo de vivir en una sociedad que cada vez conversa menos y platica más? ¿Qué ocurre con la curiosidad del ser humano cuando dejamos de conversar? ¿Cómo afectará todo lo anterior a los negocios y organizaciones de hoy y del futuro?
Por ahora, solamente podemos especular ante estas preguntas pero no hace falta ser muy imaginativo para descifrar el futuro como un lugar donde posiblemente muchas personas conversan lo mínimo y sus interacciones dejan de ser humanas para tornarse en intercambios puramente digitales en plataformas electrónicas. Las organizaciones de hoy y los negocios de hoy requieren de nuestra creatividad y curiosidad para llegar a consumidores y alcanzar a las generaciones que vienen: quizá es tiempo de volver a lo básico, que por cierto, ya se vive en muchos lugares de Estados Unidos en comunidades donde se está cultivando comida orgánica, donde el uso de la tecnología es limitado a las necesidades reales y no a los deseos poco realistas, lugares donde los paneles solares son la fuente principal de energía y donde la educación escolar es más liviana permitiendo que las niñas y niños elijan sus aprendizajes guiados por un adulto que más que un maestro es un mentor que busca desarrollar su curiosidad y aprendizaje.
No hay fórmulas mágicas para ser mejores conversadores, pero lo que si nos queda claro a los coaches es que el regalo más grande que le podemos dar a un ser humano es el regalo de escuchar al otro. Fundamentalmente buscamos ser escuchados con atención, con presencia y esto implica estar para el otro, estar para el otro de manera disponible y sin distracciones. Otro punto central para la conversación es no juzgar al que nos habla, no adelantarnos a sacar nuestras conclusiones, sin comparar nuestras experiencias sino permitiendo que sea el otro el que exprese sus inquietudes. Y por supuesto ayuda mucho el realizar preguntas abiertas las cuales le dan al otro la oportunidad de expandir sus ideas y organizar sus pensamientos de manera que pueda aprender de aquel acontecimiento.
La práctica a la cual invito a las personas y organizaciones es a la de escuchar sin juzgar primero: esto es algo que podemos hacer con nosotros mismos primero y aunque pareciera fácil requiere de una gran disciplina para tratarnos a nosotros mismos en la misma forma en la que tratamos a nuestros mejores amigos. ¡Suerte desarrollando una conversación impecable!